En el hogar, en grandes obras arquitectónicas, en la ciudad o en el campo, desde el siglo XVI la talavera ha embellecido múltiples espacios de México, cuya exquisitez reside en la combinación de diversas culturas de la que es producto. De China llegó a la España Morisca en el siglo XII y de allí se extendió a otros lares de Europa, hasta llegar a Nueva España.
La Talavera es un tipo de cerámica vidriada que se distingue por el color blanco “ligeramente lechoso, uniforme, terso, y brillante, en el que resaltan los azules fuerte y delgado y las características combinaciones policromas”, logradas gracias a pigmentos naturales.
Para obtener este acabado es necesario someter el barro a dos cocciones; la primera a 850 °C con la que se cuece el barro, y la segunda a 1200 °C para adherir los pigmentos y endurecer el vidriado, de allí que también se le conozca como cerámica de alta temperatura.